Detesto el amanecer.
Son las 6:50 de la mañana y me encuentro en una faceta reflexiva mientras mis padres dormitan en su lecho no-matrimonial. No sé por qué, no sé desde cuando ni cómo empezó a crecer esta llama de odio en el centro de mi alma. Tengo mis teorías.
Primera teoría: No me llevo bien con el ADN de mis padres, nuestra incompatibilidad me pone furiosa.
Segunda teoría: Sigo dando vueltas.
Tercera teoría: Estoy sola. No tengo a donde ir, no tengo amigos realmente interesados en mi persona a los cuales recurrir (no los juzgo, soy una de las mismas), no tengo cadenas de las cuales sostenerme, no tengo motivos por el cual estar aquí, camino en círculos y aquí es donde se desarrolla el tema. Desde hace un tiempo he estado acabando con todos los ligues que me impiden hacer lo que quiero, o eso creía hasta ahora, porque no hay, nunca han habido. Lo que es muy triste por cierto. Al final, todos terminan olvidándose de lo buena que puedo llegar a ser, olvidándose también de mantenerlos a salvo, lo que provoca que éstos se rompan de forma automática. Y el asunto es... que toda mi vida gira en torno a eso, a mis vínculos con las personas. Y como detesto sentirme dependiente de ellas -lo que para mí significaba renunciar a la libertad- no hallé nada mejor que actuar de manera contraria. Pero me dí cuenta de que no se vale la libertad si no se comparte, al menos, con una persona.
Y para mí, esa persona es la que por ningún motivo deja que otros tomen decisiones por él ni que sus decisiones se tomen por la intervención de demases a su vida. Es aquella que te deja largarte para después recibirte sin rencor de por medio. La que me haga querer volver, la que me haga llorar... esa persona arteria. Osea, indispensable; y no encontrarle me pone los nervios de punta y bueno, ya sabrán cómo los mitigo. La ira es mi única y mejor amiga, y no sé porqué tengo el presentimiento de que acabaremos con todos, incluyéndonos.
¿Me explico?Publicado por Revelaciones de un añil opaco el sábado, 2 de noviembre de 2013 a las 10:50 a.m.
