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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
A veces la soledad para un solitario resulta dura, buscando confort en un silencio aún más duro porque solo te observa y espera a que te enteres luego de una fugaz o a veces interminable introspección en la que te hallas rodeada de falsas expectativas sobre la vida de cuando eras niña.
Me duele enormemente que a mis veinte años insista en que el tiempo no es una línea recta sino diametral y que me duerma deseando a la mañana siguiente amanecer en una atmósfera ya pasada, aunque no sé si me duele más que en este último tiempo la fe que tenía en cosas como esas esté decayendo de a poco. No quiero perder aquello por lo que siempre me he considerado al cruce de la línea, no quiero unirme al resto del mundo, no quiero compartir todo ese odio y toda esa maldad, todo ese morbo. No quiero que se me exijan cosas simplemente porque es lo acorde a mi edad, sexo o personalidad. De verdad quisiera que no existieran fronteras y así poder recorrer libremente el mundo y observar -más que distintas culturas- distintos paisajes, distintos suelos, distintos cielos.

¿tal vez distintas estrellas?

¿Son lágrimas de lástima o de pena?
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el miércoles, 28 de diciembre de 2016 a las 2:11 a.m.
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