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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
No se si llegado un momento le ocurre a todo el mundo, pero actualmente odio a mis padres. De ese tipo de odio que apenas los ves tu tranquilidad se esfuma y aumenta tu rebeldía. Detesto que me dirijan la palabra, que me ordenen a hacer las cosas que ellos deberían, que controlen mis días, mi agenda, mis metas de vida.
Odio cuando se entrometen en mis aspiraciones porque las vuelven suyas, diciendo cómo debo hacer las cosas o regañando si por un momento decido tomar un descanso. Amenazando con dejar de brindarme ayuda económica como si fuese la clase de persona débil que se frena por eso.

Hace unas semanas, mi padre, la persona de la que más esperaba apoyo en mi nuevo camino, me hirió profundamente diciendo que no servía para eso, usando unos fundamentos tan estúpidos que me hizo reflexionar acerca de su persona, dándome cuenta que al final era igual que todo padre opresor e imponente del que siempre hizo mofa. Definitivamente, aunque a futuro cambie de parecer, ya no contaré con él.

Mi futuro ahora es tan incierto que no puedo evitar estar un poco tensa, pero a la vez me relaja el hecho de saber que no tengo un destino al que corresponder.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el jueves, 17 de diciembre de 2015 a las 10:22 p.m.
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