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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
Quisiera poder escribir entradas inspiradoras, pero inspirar me suena a inhalar y lo que menos hago en estos momentos es respirar. Hago el ademán de inflar el pecho, expandir el tórax y contraer el abdomen para perderme de la vista de los demás: demases que imponen, obligan, sugieren y manipulan.

¿Quién fue el desagradable que escondió mis memorias, los olores que albergaba mi nariz y mi capacidad de dar frente a?. Estoy agobiada, lo que hago no puede parecerme menos interesante, pero sigo en ello por alguna razón absurda que no he tenido tiempo de escuchar. Me lo han robado, lo he desperdiciado, me golpeo la frente reiteradas veces para detener el paso y mirar la desgracia de la cual mi espalda ha sido testigo que he ido acumulando para así tomar otro camino y retenerlo en éste, pero se han apoderado de mi cuerpo. Cada día me vuelvo más miope, ya ni siquiera veo los rostros de mis seres queridos, se han vuelto unos extraños, me siento como una rata dentro de una jaula a la que su dueña le da de comer y beber además de amor... le guarda cariño, pero no puede anhelar más el que la deje ir. Déjenme ir, déjenme ir, déjenme ir. Esta es precisamente la razón por la que detesto formar lazos sin elasticidad. Soy de las que van y vienen, tomen constancia de ello, porque si se me fuerza a quedarme, como sucede ahora, lo más probable es que tire tanto de aquellos lazos que termine por romperlos y nunca volver a reponerlos.

Debo sincerarme, azotar la cabeza contra el pavimento para hallar mis pertenencias y encontrar mi camino.

                          ... que no es aquí.

                            
*un camino divino*
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el martes, 8 de septiembre de 2015 a las 11:17 p.m.
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