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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
No sé a qué se deba mi incapacidad de hacerme cargo del personaje principal.
No sé desde cuándo comenzó ese gusto por mantener distancia con todo y no hacerme parte del transcurso natural de la vida. Soy del tipo observador que no gusta interferir en absolutamente nada, que espera que las cosas tomen el rumbo que tengan que tomar.
Soy del tipo romántico, que cree en toda clase de amoríos y que sueña con ello, pero que aún así no lo incluye a su vida porque simplemente es suficiente mi propia compañía.
Me gusta entregar todo, pero me disgusta que entreguen todo por mí. Me gusta atesorar, pero no me gusta que me atesoren. No me gusta que pongan sus ojos sobre mí, no me gusta que esperen de mí, porque no cumplo. No me gusta el sentimiento del deber.

Me molesta que al desaparecer, luego tenga que dar explicaciones. No las hay. No me gusta hablar. Me gusta regocijarme de mí misma y sonreír por cosas absurdas. Me gusta el ajetreo alrededor de mi burbuja, me maravilla. Cuando salgo de esta, las horas se me vienen encima.

La única persona con la que puedo compartir sin ningún problema mi vida entera es con mi primo lejano, que es exactamente igual a mí.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el domingo, 14 de junio de 2015 a las 7:49 p.m.
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