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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
Llevo sólo una semana haciendo croquis y ya se me hace la cosa más sencilla del mundo (aunque he de admitir que me toma más de cinco minutos).
El hecho de que hayan destacado mis dibujos dos profesores distintos frente a la clase me tiene con sonrisa de oreja a oreja; estoy feliz, pero por alguna extraña razón me siento molesta al hablar con mi familia de ello. Quizá por su naturaleza alardeadora. Me siento enormemente incómoda cuando al sentirse orgullosos comienzan a contarle a todo mundo el motivo.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el sábado, 14 de marzo de 2015 a las 10:27 p.m.
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