La tarde de ayer compartimos sábanas y fuimos inocentes durante algunas horas, en donde nada más que cariños, miradas y conversaciones sin sentido fueron partícipes.
Ayer atravesó mi zona de confort e increíblemente no me sentí amenazada, ni siquiera un poco incómoda, al contrario, pareció como si le conociese de toda la vida y estuviese acostumbrada a semejante invasión.
La presa se plantó frente a mis ojos a propósito y no tengo la suficiente voluntad -en este caso- como para hacerle la vista gorda.
Pasó de -1,0,1 a +100000000
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el martes, 2 de septiembre de 2014 a las 9:52 p.m.