Torrentes de lágrimas, torrentes de cáscaras, torrentes sanguíneos, torrentes y máscaras.
Desde siempre el pasado se ha hecho presente en el presente. Cada niebla, cada calada a un cigarrillo, cada balanceo en una banca son recuerdos que a cada instancia busco revivirlos, precisamente porque en ellos el sufrimiento hace unos años parecía grato; un tipo de sufrimiento inducido que antagónicamente indujo a la plenitud y gratificación del alma, pagándome no con dinero sino con esperanza.
La felicidad, dicen, no es válida si no se comparte al menos con una persona, y a pesar de ser alguien individualista, así lo creo. Mi felicidad hasta ahora no se ha sentido como solía sentirse en aquellos años donde la complementaria de mis sustancialidad existía en exacto tiempo y terreno... ahora lo hace en una diferente sincronización a mi marcador de segundos. Justamente no he podido VIVIR los recuerdos al momento de darse la oportunidad de hacerlo ya que no pertenecen sólo a mí, también pertenecen a ella, y sin un engranaje la máquina puede funcionar, pero de forma ineficiente. *paradoja resuelta*
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el jueves, 19 de junio de 2014 a las 8:30 p.m.