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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
Ante mí se ha plantado la verdad absoluta, la realidad de una forma brutal, pero aún así no me asusta. He disfrutado tanto estos últimos días que los demonios ya no tienen de qué alimentarse, mis temores se han visto absueltos por el deseo de aventura que me ha inundado el pecho.
Me estoy lanzando a la vida, pero esta vez lanzándome de verdad, sin paracaídas ni cuerdas.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el domingo, 13 de abril de 2014 a las 5:22 p.m.
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