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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
Hace tiempo que no me sentía tan... no sé.
Es como si de pronto pudiese levitar, lo siento en mis venas, está pensando en mí como yo en él. O eso espero. Que me piense tanto más que yo.
Nos enviamos postales virtuales una vez a las miles, informándonos el acontecer de nuestros días, nuestros días a la distancia, a las horas, a los segundos. Lo quiero tanto aún sin haber intercambiado aliento con él, es extraño.
Prometí que cuando arreglara las fisuras de mi conciencia nos las arreglaríamos para vernos y abrazarnos por el cuello como tanto nos gusta imaginarlo. Recorrer nuestras curvas peligrosas y cerradas maravillados ante la comodidad del misterio y el silencio de nuestras almas al darnos cuenta que ya hace miles de años se conocían cuando eramos sólo polvo de estrellas.
Él prometió en cambio serme franco como Benedetti, para que entre nosotros no existiesen telones ni abismos, para quedarnos el uno al otro siempre.
                                                       y para siempre.
                                                               En el cinturón de asteroides
                                                                            en el profundo del universo
                                                                                             en nuestros caparazones.

La luna no brilla sin su Sol encima.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el sábado, 15 de febrero de 2014 a las 7:59 p.m.
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