Hoy, tras no tener nada que hacer, como de costumbre, me hice un cenicero. No quedó muy lindo, pero me sirvió para relajarme un poco (¿a quién le relaja hacer cosas manuales?, sólo a mí...)

No soy una fumadora compulsiva, pero siempre es
bueno tener un cenicero en la pieza para cuando se quiere leer algo o simplemente para cuando se quieren olvidar ciertas cosas.
Anoche me anduve paseando por el inconsciente y me encontré con gente con la que compartí hace muuuucho. Deambulé por una tienda en busca de un encendedor y por lo que recuerdo tenía demasiados pisos; el vendedor barbudo con el que me topé me obsequió una cajetilla de cigarros y cuando regresé al punto de partida todos se habían ido y estaba recién amaneciendo.
Creía estar avanzando, pero en realidad, siempre estuve retrocediendo.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el jueves, 23 de enero de 2014 a las 8:44 p.m.