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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
Lo he vivido todo, no hay experiencias nuevas de las cuales me he de asombrar.
y todo esto lo he vivido no en esta vida, sino en las alturas, de donde nunca debí haber caído.
Por eso, cada vez que corro por los techos, embargada de esa adrenalina, siempre -sin mi consentimiento- el freno de emergencia se activa cuando estoy próxima a los bordes de éstos, evitando lo que no quiero evitar. Para no repetir aquel patrón que ahora me tiene tan llena de agujeros vacíos que se expanden por todo mi cuerpo llevándome a la desolación extrema. Terminaré con algún desliz corporal a causa de eso más que por el mismo soplo al corazón que me diagnosticaron cuando pequeña, que por cierto, ya no existe.

Subo, subo y subo, para demorar el aterrizaje.

Mi madre me consuela con cumplir mis caprichos, pero aún así, se le ha pasado por alto mi anhelo de tener un compañero eterno, con mi misma mirada añeja y llena de nostalgia que observa a lo lejos ese pasado que tuvimos y que tanto extrañamos. Sé que está por ahí, esperando a que suceda. Igual que yo.
Madre... ¿es acaso esa mi misión?, ¿encontrarle?, ¿se coló por entre las dimensiones por simple curiosidad y terminó perdiéndose entre las multitudes avasalladoras?. Espero que así sea.
Aunque... ¿podrías tan siquiera iluminar el camino que me guíe hasta él o poner un cartel de idiota sobre mi cabeza para llamar su atención? (escribo como si le hablase a Dios... ¡oh dios!)

Bueno, creo que eso es todo por ahora, viene mi otra madre, la que se prestó para concebirme en esta vida junto a mi padre el cual me llamó igual que tú, Luna. Al parecer, los vecinos han armado una pelea y quieren cerciorarse de que mantenga la calma. (que extraño, siempre se me ha dado bien eso de soportar las peleas.)
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el jueves, 19 de septiembre de 2013 a las 4:38 a.m.
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