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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
Pobre hombre aquel que se saca el sombrero ante la mujer pecaminosa. Pobre hombre aquel, que sin siquiera sospecharlo sonríe al verla pasar, viéndola cuan gloriosa.
yo, cegada de inhumanidad observo desde lejos, y aún así habiéndolo considerado mi amigo, no lo advierto. El rencor que provocó el ser sustituída por una de mis amigas es más poderoso.
lo siento... no lo lamento.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el sábado, 15 de junio de 2013 a las 12:16 a.m.
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