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Las horas transcurren como si nada, haciendo caso omiso a las súplicas de una adolescente que busca desesperadamente retornar a sus tiempos.
Las cosas parecieron ponerse de acuerdo para atacar justo hoy, cuando me hallo en mi máximo estado de vulnerabilidad...

Primero, atacó la frustración, seguida del estrés a causa de la presión que ejerce el colegio sobre mi, sobre todos sus alumnos. 
Luego, la angustia, consecuencia de una mente que detalla demasiado los sucesos más decadentes vividos a lo largo de mi vida.
Después, la decepción, tras notar que desde que ingresé a la básica, mi vida se sometió a la rutina y no ha sido capaz de encontrar otro camino.
La inseguridad no podía ausentarse de esta bacanal, donde el prestigio no vale absolutamente nada, por lo que buscó ni más ni menos que jugar con los sentimientos del pobre corazón que yace, ahora, abatido.
Y por último, la tristeza que me da notar todos los esfuerzos que hago por salir del agujero en el que estoy hace más de cuatro años sin resultado alguno.




... En tiempos como estos, ni siquiera las lágrimas pueden consolarme.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el jueves, 23 de mayo de 2013 a las 12:06 a.m.
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