He vuelto, en todos los sentidos posibles.
Ya no hay espacio para la amargura, ni para la ira, ni para la desesperación. Mi decepción es tan obesa que todos tuvieron que levantarse de sus asientos cuando llegó. Aunque en realidad no sé si de decepción se trata lo que siento últimamente, porque no tengo pena, es más, no tengo nada, pero he estado tan obsesionada cambiando mentalmente lo que pudo ser mi vida que es como si no estuviese presente ni para mí misma. Vivo un sentimiento demasiado neutro, lo que es peor que una pena inmensa.
Publicado por Revelaciones de un añil opaco el viernes, 14 de febrero de 2014 a las 12:14 a.m.